Es habitual que una empresa reciba una denuncia. Lo raro, de hecho, es que no lo haga. Un despido polémico, un desacuerdo en una operación, un conflicto por impagos, un fichaje controvertido, una acusación de la competencia, una discusión contable, una disputa con la Agencia Tributaria. La casuística es ilimitada.
Los abogados de la compañía de hecho están seguro acostumbrados a lidiar con los asuntos corrientes e incluso con aquellos que se salen de lo normal pero que pueden alargarse en el tiempo. Quizá se pueden ver superados por los que tienen un componente mediático, aquellos que de repente reciben la mirada de los periodistas.
Es en ese momento cuando entra en juego la figura del consultor de comunicación especializado en conflictos judiciales y arbitrajes. Las causas que parecían una labor casi rutinaria adquieren una dimensión peligrosa para la compañía, que se juega su reputación, y para los propios abogados, que ven cómo factores externos de golpe y porrazo tienen una incidencia directa en la deriva del procedimiento.
Un experto en comunicación para momentos críticos con ese componente jurídico hace entonces el papel de abogado para la opinión pública. Analiza el sumario con ojos de especialista en reputación, examina la imagen de su cliente y se encarga de que se escuche su versión en los medios y en las redes sociales del mejor modo posible y siempre sin perder de vista el transcurso del procedimiento judicial.
Las sentencias tienen un recorrido cuyo alcance es previamente conocido. La legislación contempla las diferentes posibilidades, por lo que el potencial efecto que registra determina el riesgo posible. Las penas mediáticas, sin embargo, son incalculables, pueden adquirir dimensiones impredecibles y catastróficas para la reputación y, por lo tanto, para la cuenta de resultados de la compañía. Poner coto cuanto antes a este camino del descrédito se torna por lo tanto fundamental para evitar derivas incontrolables.
La apuesta por el silencio, sin embargo, se convierte en este contexto en sinónimo de girar la vista para otro lado, de no mirar de frente al problema, de ignorar una realidad que puede acabar con el prestigio de la compañía para siempre. Es la actitud que algunos eligen en estos momentos críticos. Quizá esperan que no se entere la prensa, pero no son conscientes de que lo importante en ese momento no es tanto rezar por quedarme como estoy como evaluar los riesgos y trazar un plan profesional para afrontar el supuesto indeseable pero probable de que el asunto salte a la opinión pública.